domingo, 30 de junio de 2013

EL FRAUDE INSTITUCIONALIZADO COMO FORMA DE VIDA

Son las 17:30 del domingo 30 de junio, hoy hay primarias en Chile y no tengo la menor idea de cuánta gente ha votado, no tengo mucho interés ya que todo es lo mismo.

Llegué a  Chile a fines del año 2007. Como hijo de chileno obtuve mi ciudadanía en forma automática. En un mes, aproximadamente, ya tenía mi cédula de identidad chilena indicando mi calidad de ciudadano chileno.
Paras las elecciones de 2009 no me inscribí ni tenía cabal conocimiento de la situación política local, pero mis expectativas estaban muy por encima de la mediocre realidad.

Hoy hay primarias y al igual que en las elecciones pasadas municipales, las irregularidades son  demasiadas para un sistema electoral que se considere serio y no fraudulento.
En las pasadas elecciones municipales, se encontraron votos tirados, se perdieron otros e incluso se dijo que las cantidades no correspondían entre las papeletas y los registros en las mesas.
Lo que más me llamó la atención fue la denuncia de empadronados muertos, como el caso de Salvador Allende, muerto hace 40 años y habilitado para votar por el servicio electoral chileno. Además se permitió votar con documentos de identidad vencidos e incluso con libretas de conducir.

En las elecciones de hoy vuelven a aparecer muertos, como es el caso de detenidos desaparecidos que una y otra vez aparecen como habilitados para votar, aunque sus familiares denuncian una y otra vez esta situación.

El sistema electoral chileno pareciera que quiere pasar como el de otros países en que la honestidad es parte del funcionamiento de la sociedad, pero en Chile, que una de sus más reconocidas exportaciones son los lanzas o punguistas, no resulta conveniente tan poca seriedad en las elecciones.

Desde que he llegado, en cada elección siempre se escucha el famoso “acarreo”. Supuestamente candidatos que logran trasladar votantes de un circuito a otro, cambiando el lugar de inscripción del votante. Generalmente sucede que en pueblos pequeños vote más gente que la que vive.
Los chilenos hablan de “acarreo”, yo que soy un poquito más susceptible simplemente veo fraude electoral. Es evidente que si los padrones incluyen personas muertas, y que se puede votar con documentos vencidos y fáciles de falsificar, este acarreo parece más de muertos que de vivos.

Hoy se menciona en varios medios que hay miles de personas que no pudieron votar en las internas por estar inscritas en partidos en forma fraudulenta. Parece que es gente que ha firmado peticiones ambientalistas, sociales, etc. y de paso las han inscrito como afiliados a un partido u otro en forma totalmente ilegal, pero el SERVEL en ningún momento lo ha controlado.
Pareciera que llevan esas firmas a un notario y el notario da fe de la inscripción. Muy poco serio el sistema. En este caso ha servido para que muchos votantes de izquierda quedaran afuera de las primarias. No sé a quién le resulta conveniente, tampoco soy yo quien debe investigarlo ni denunciarlo, pero es obvio.
Por ejemplo, en Cerro Navia los votantes de la tercera edad se encontraban con que debían votar sí o sí por un candidato de un partido, mientras los votantes negaban la afiliación a ese partido y decían que venían a votar por otros candidatos.

Peor aún son las denuncias de quienes no pueden votar porque alguien ya votó por él, al puro estilo republiqueta bananera centroamericana.

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Como se ve en la imagen, esta persona no pudo votar por este motivo y la respuesta es que no revisan las firmas de los votantes.  ¡Ja!
Lo peor es que seguro este caso nunca será investigado por nadie y volverán a suceder una y otra vez en cada elección.

Si a todo esto le sumamos que votar no es obligatorio, descreo más aún, ya que ¿cuántos casos habrán de votantes truchos que nunca salen a la luz porque el votante real no ha ido a sufragar? Y aclaro una cosa, no soy defensor del voto obligatorio, pero en países poco serios la no obligatoriedad da lugar para fraude en formas sencillas, como se ve en el sistema electoral chileno en cada oportunidad.

Yo en calidad de “extranjero” estoy asombrado por el pésimo sistema electoral chileno, por las denuncias, por la falta de reacción institucional y popular, aceptando una vez más a las irregularidades institucionales como forma de la cultura chilensis.  Me he cansado de oír en Chile: Esto siempre ha sido así, no hay por qué cambiarlo.

Yo no conozco muchos sistemas electorales al dedillo, pero puedo poner como ejemplo el uruguayo, donde la Corte Electoral da un documento personal a cada ciudadano para votar. El documento posee una foto de perfil del votante y una copia similar queda en el servicio electoral que es usada en la mesa electoral el día que se vota. Esta foto de perfil es así ya que se sabe que el perfil de la persona cambia poco, más allá que adelgace, engorde,  cambie los lentes, el peinado, el color de pelo, etc. Incluso el dibujo de la oreja es casi una huella digital que no varía al pasar los años. La persona se inscribe para votar según su domicilio, no importa donde estudie, trabaje, etc.  No hay forma alguna de evadir esto, a no ser que uno tenga dos domicilios fijos y elija uno de ellos. Igual sucede para ser candidato, uno sólo puede ser representante por la zona del domicilio en que vive.

En Uruguay, el servicio electoral (Corte Electoral) es informado en un par de días (por no decir en horas) por el registro civil de las defunciones de ciudadanos, al igual que la institución que paga las jubilaciones y pensiones. Es casi automático, jamás un ex presidente muerto hace 40 años podría estar inscrito para votar.
No digo que sea imposible en Uruguay algún voto ilegal, pero un fraude electoral sería imposible sin resultar descubierto. En cada mesa electoral hay delegados de cada partido, presentes durante la votación y el escrutinio.
Cada votante debe presentar su documento de votación a la mesa, un actuario de la mesa busca la copia en el libro de los sufragantes aptos para votar en esa mesa. Todo debe coincidir, todo se coteja en forma seria y exacta. Una vez que se votó, el documento del votante es sellado y  en el acta de la mesa de votación se indica que esa persona ya votó.

Una vez terminado, se cuentan los votos en presencia de las personas seleccionadas por la Corte Electoral (empleados del estado) y de los delegados de los partidos.

Las personas que elige la corte electoral para las mesas son funcionarios del estado, titulares y suplentes que deben presentarse en su lugar el día de las elecciones. Si se presentan todos los titulares, los suplentes se retiran.  Esto permite que en las mesas haya personas acostumbradas a realizar tareas administrativas (además que se les imparte un curso presencial), con un nivel de escolaridad o alfabetismo necesario, además que si no concurren son penalizados económicamente en forma segura ya que son muy fáciles de ubicar laboralmente.

Un sistema electoral serio, en un país tercermundista, no puede permitir que cualquier persona, con o sin educación, con o sin conocimientos, mentalmente apta o no, sea quién lleve una tarea tan importante en una democracia como es estar a cargo de una mesa electoral. Y eso que obliguen policialmente al primer personaje que se arrime a votar a cubrir las vacantes, es muy poco serio, además de filofascista.

El ex periodista y candidato a diputado Alejandro Guillier, denunciaba en la TV que en Calama muchas mesas no llegaron a formarse por falta de los vocales. Como nadie llegaba a votar, no se podía obligar a formar mesas con votantes a punta de revólver, prácticamente. Por este motivo el servicio electoral decidió cerrar esas mesas en Calama. Más tarde llegaba gente a votar y no lo pudo hacer por estar cerradas.
En La Reina hubo un caso en que el libro de votantes tenía hojas salteadas y faltantes. Mientras llegaba un supuesto libro nuevo, los votantes se aburrieron de esperar y se fueron sin votar.


Entre el famoso sistema binominal chileno que permite el statu quo político de los mismos siempre y el sistema electoral perforado por las constantes irregularidades, no es de extrañar el por qué del sistema y el por qué de la falta de cambios. Pero lo que sí me extraña, es una vez más la impasividad  y sumisión de un pueblo que ya está bueno que se calle siempre.


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