lunes, 26 de septiembre de 2011

¿Quién paga las malas políticas culturales de los gobiernos?


Lautaro Salgado
Introducción
Chile hace más de 20 años que tiene gobiernos democráticos, pero igualmente se sigue usando como caballito de batalla, para buscar falsas excusas a los errores cometidos, a los 16 años de dictadura militar y un supuesto apagón cultural, que evidentemente no fue tal ya que se crearon muchas formas de resistencia cultural durante el gobierno no democrático.
Chile carece de encuestas sobre consumo de cultura y similares en cuanto a las industrias culturales, es más, hay varios trabajos que hablan sobre el tema y que indican que debe hacerse un buen diagnóstico de dónde está parada la cultura chilena para activar buenas políticas al respecto
Este trabajo plantea un análisis sobre algunas políticas culturales de las últimas décadas, que parecieran demostrar que son políticas culturales regresivas, donde se reparte dineros públicos de todos los chilenos, incluso los más pobres, para que los que tienen acceso sigan siendo siempre los mismo en mayor medida, principalmente de las disciplinas llamadas “cultas”
Antecedentes
Néstor García Canclini afirma que “las políticas culturales no crean cultura, pero favorecen o perjudican las condiciones de su comunicación”
Los últimos gobiernos y analistas culturales, suelen decir que la dictadura terminó con la cultura, prácticamente, en Chile, una forma para indicar que los números bajos o malos de la actualidad se deberían a un inicio pésimo. Se menciona el crecimiento de la pobreza durante el gobierno militar como índice.
Primero hay que aclarar que no sólo Chile tuvo dictadura en la zona, también casi toda Latinoamérica la tuvo. También, aprovechando que Chile aspira a ser un país desarrollado dentro de poco tiempo y siempre se compara con ellos, utilizaré el ejemplo de España, que tuvo prácticamente 50 años de dictadura militar, con una orientación similar a la dictadura chilena.
También analizaré casos de Argentina y Uruguay por similitud en índices de desarrollo humano, social y cultural, al de Chile en los últimos 40 o 50 años.
Tomando como marco el trabajo titulado “OBJETIVOS Y MEDIDAS A IMPULSAR EN EL PERIODO 2005-2010” y sus políticas culturales, para este trabajo me basaré principalmente en la industria del libro, el cine y las artes escénicas.
Análisis de casos
La democratización de la cultura se menciona como parte fundamental, la cual no sería posible con las industrias culturales actuales y sin políticas culturales de protección del estado.
Uno de los objetivos que mayor consenso alcanza en el campo de la política cultural es el concepto de “democratización de la cultura”. Esta democratización se puede entender en varias dimensiones pero quizás la más tradicional tiene que ver con el hecho de que todos los ciudadanos tengan la opción, si lo desean, de acceder al consumo y a la práctica de bienes, actividades y servicios, reservados en sociedades premodernas a las élites económicas y culturales. Es decir, que tener la opción de escuchar al trompetista Marsalis, asistir a una obra de Chejov o poder contemplar una exposición de Piero Dorazi no sea sólo un privilegio de las clases altas. Parte de la intervención pública en cultura se legitima a través de la argumentación precedente y así uno de los instrumentos básicos para conseguir dicho objetivo es que el sector público se encargue de proveer esos bienes y servicios culturales y los ofrezca a precios públicos, por debajo de los precios de mercado, asumiendo el supuesto de que una de las barreras de acceso es la barrera económica” (Pau Rausell Köster).
En base a democratizar la cultura chilena es que los últimos 20 años se han dirigido, supuestamente, las políticas culturales en el país.
Por ejemplo, a pesar de todas las medidas que largos volúmenes impresos a todo lujo y en forma propagandística, han hecho los últimos gobiernos, igual los analistas son críticos.
En este sentido, sobre el tema literatura y libros, Bernardo Subercaseaux afirmó en una entrevista que la gestión de los gobiernos concertacionistas en esta materia podría resumirse como buenas intenciones.
Y agrega en su texto La cultura en los gobiernos de la concertación “La tercera constatación es que áreas tradicionales vinculadas a la cultura ilustrada, como la del libro, la literatura y la industria editorial, han perdido relevancia y valoración social. Luego de una recuperación inicial, los índices posteriores a 1998 han caído sistemáticamente a pesar de celebraciones en torno a las figuras de Pablo Neruda y Gabriela Mistral (caídas en número de librerías, números de libros leídos por año, producción de libros por habitante, cifras de exportación e importación)”
Así mismo los autores de DEFINICIONES DE POLÍTICA CULTURAL 2005-2010 MAYO 2005 destacan que “Un país pobre en lectores condena su capacidad de comprender el mundo. En la misma medida que las personas sean capaces de leer y expresarse oralmente, también serán capaces de participar en una sociedad democrática.” Y que “Al respecto, resulta indicativo que en Chile tengamos aproximadamente 0,6 libros impresos per cápita en un año, mientras que países como Argentina alcanzan 1,1 libros per cápita, España un 4,6 y Francia un 7,9. Hay también un desequilibrio regional en lo referido a las casas editoras y a los canales de comercialización del libro: tenemos ocho regiones en las cuales no existen casas editoriales, y en la Región Metropolitana se encuentra el 42% de las 157 librerías o puntos de venta existentes en el país, en la región de Valparaíso el 13% y en la de Tarapacá el 6,3%, es decir 10 librerías. Los préstamos bibliotecarios, en cambio, ascienden a 0,12 libros per cápita en la Región Metropolitana mientras que en la Segunda Región, la cifra es de 0,55 libros.”
Y en cuanto a las artes escénicas agregan “Las personas pertenecientes al estrato socioeconómico bajo, de acuerdo a la encuesta de consumo cultural realizada por el CNCA y el INE en la región Metropolitana, están en gran medida excluidas del acceso a los bienes culturales y artísticos, limitando su consumo cultural a actividades realizadas en sus domicilios, esto es: ver televisión, escuchar radio, oír música.
El 93,6% de este segmento tiene un consumo cultural considerado bajo o mínimo, es decir, se encuentran excluidos de las actividades culturales que ocurren fuera del ámbito de los medios de comunicación. Por otra parte, sólo el 0,1% tiene un consumo cultural alto, que incluye más de diez bienes culturales diferentes. Entre los sectores de escasos recursos, sólo el 17,9% ha leído un libro en los últimos doce meses (aunque cerca de un 30% declara que le gustaría leer en su tiempo libre), sólo el 6,1% ha asistido al cine, y no más del 6% ha participado de un espectáculo escénico de teatro o danza”
Siguiendo con la falta de democratización en Chile, Subercaseaux afirma que “El gran tamaño de Santiago como mercado ha contribuido a centralizar aun más la producción artístico cultural. En el año 2000 se estrenaron 207 obras de teatro, todas en Santiago. De las 135 galerías de arte que hay en el país 127 de ellas están en la capital. Aún más, si se hiciera un catastro y un mapa de las salas de cine, galerías, librerías de libros, bibliotecas, museos y teatros del país, con toda seguridad un altísimo porcentaje estaría ubicado en las seis comunas más pudientes de Santiago.”
Con todo esto se concluye, solapadamente, que a pesar que se han invertido millones en diversas políticas culturales en Chile, son múltiples los ejemplos de estas políticas culturales “democratizadoras” que no democratizan y siguen manteniendo a mayorías enormes sin concurrir ni siquiera una vez en la vida a un teatro.
Tal es el caso que Pau Rausell plantea en su texto “Cultura, barata cultura” donde derriba el mito de las políticas culturales de subsidios regresivos en Valencia a principios del siglo XXI.
El autor asevera que En este contexto parece que la situación en Valencia es de verdadero placer para el consumo de la denominada “alta cultura”. Según los datos que aparecen en el Anuario de la SGAE sobre 2002, en la Comunidad Valenciana una entrada media de teatro (recaudación total partida por espectadores totales) cuesta menos de la mitad que en el resto de España (4,9 Euros frente a 10,4), un poquito más de la mitad en el caso de la danza (6,0 frente a 11,6), bastante menos de la mitad en el caso de la ópera (13,7 frente a 30,4), un par de euros menos en la música sinfónica (11,7 frente a 13,8) y una tercera parte en el caso de la música de cámara (2,8 frente a 8 euros). Y encima por tres euros te regalan siete u ocho exposiciones de la Bienal de impacto mundial.”
Pero Pau Rausell continúa: “¿Pero que pasaría si no nos creyésemos el supuesto inicial? Es decir si pensásemos que la restricción presupuestaria no es una restricción relevante para la democratización de la cultura. Sabemos que la entrada media a un partido de fútbol de Primera División en la temporada 2001/2002 costó 24,1 Euros (y 19,8 en Segunda División) y nadie parece reclamar deficiencias en la democratización del fútbol. También numerosos estudios, entre ellos el excelente de Roberto Luna sobre el consumo teatral en la ciudad de Valencia, demuestran que sólo para una parte muy pequeña de los no asistentes, el precio resulta una variable explicativa de su no asistencia.”
Y Pau Rousell nos lleva más allá y se plantea lo que pocos: “¿Qué pasaría si pensásemos que probablemente la democratización de la cultura es uno de los fracasos más estrepitosos -no sólo en España- de las políticas culturales? Con datos de 1998 se vio que un 97% de los españoles no ha asistido a una ópera ni a un espectáculo de danza, un 90% no ha asistido nunca a una sesión de música clásica, un 75% nunca ha asistido a una obra de teatro... Si pensamos, como nos indican numerosos estudios, que el consumo de alta cultura sigue siendo un hábito de las clases medias-altas, unos precios subvencionados y muy bajos no significan más que el conjunto de la ciudadanía -cuya mayoría no consume servicios culturales- está transfiriendo recursos -dinero, para saltarnos jergas- de los impuestos para que una minoría rica e ilustrada disfrute de música clásica, teatro y arte contemporáneo a precios de saldo. Por ejemplo, un estudio sobre los asistentes al Liceu de Barcelona mostraba que más del 80% se encuadraban en la clase alta y sólo el 6% se asignaban a clase baja. Si uno se pusiera a las puertas del Palau de Valencia en un concierto lírico podría comprobar la sonrisa de notarios, médicos, catedráticos y abogados pagando apenas 30 euros por sesiones cuyo coste por asistente está cuatro o cinco veces por encima de lo que pagan.”
¿Por qué si se subvenciona la creación nacional, logrando mayor cantidad de productos, los espectadores no aumentan prácticamente?
¿Por qué subvencionando los precios de las entradas a espectáculos en Valencia se demuestra que no rotan los públicos ni se democratiza la cultura?
¿Qué sucede en Chile?
Para responder esta pregunta, los gobiernos anteriores debieron haber demostrado un poco de mayor interés en realizar los estudios de participación ciudadana real en la cultura, a la vez que haber realizado análisis iniciales y otros que indicaran los presuntos resultados de las políticas aplicadas. Pero sólo se produjeron materiales de estudio referente a gastos y números de “eventos” o “productos” realizados, sin saber que tan eficaces han sido ni que puntos de comparaciones hay.
Por ejemplo el CNCA indica que hay actualmente más de 440 bibliotecas en todo el país, en cambio España, teniendo aproximadamente tres veces más de habitantes que Chile, tiene 10 veces más bibliotecas públicas que Chile. Claro, Chile venía de un “apagón cultural” de 16 años, en cambio el español fue de 50 años.
Por otro lado, el libro del CNCA Informe Anual 2009 con los resultados del año 2008, indica que en Chile se editaron 4420 títulos de libros y hay 157 librerías en todo Chile. Para contrastar, sólo en la provincia de Buenos Aires (con una población un par de millones menor a la de Chile), según la OIC Bs.As., ese mismo año se publicaron casi 23.000 títulos diferentes; existen alrededor de 2000 librerías o puntos de ventas de libros en toda Argentina, más de 12 veces la cantidad de Chile, para una población de poco más del doble de la chilena.
En cambio Uruguay, con 3 millones de habitantes, publicó casi la mitad de títulos que en Chile ese mismo año, según la cámara del libro uruguaya. Y aunque no hay cifras en cuanto a librerías a nivel nacional, cabe destacar que sólo en el centro de la pequeña ciudad de Montevideo, hay alrededor de 50 librerías, un tercio del total nacional de Chile, pero en un área de 200 hectáreas.
Siguiendo en la temática, Uruguay cuenta con 334 entidades editoras en 2006, 54 serían industriales, mientras Chile 428 y 97 en el mismo año y Argentina 2194 y 465.
Hace no mucho tiempo escuché o leí una nota, donde un dirigente de las editoriales chilenas solicitaba proteccionismo, ante la industria extranjera, por la poca venta de textos nacionales.
¿Dan buenos resultados los subsidios o intervenciones estatales en las industrias culturales nacionales vs extranjeras?
Prueba de esto es el cine alemán, que con 150 millones de dólares en subvenciones a la producción nacional, aunque crecieron las producciones, no lograron superar el 7% del total de espectadores de películas nacionales y extranjeras. Igual número que presenta Chile en el año 2008 según ODAI, a pesar de ayudas como las del Fondart, Ibermedia, coproducciones con otros países, etc.
Este señor, me pregunto, ¿desea mejorar la venta de libros u obtener mayores ganancias con dineros públicos, incluyendo el de los menos favorecidos de la sociedad?
¿Por qué no plantea una reducción del IVA?, impuesto regresivo que bajaría de un plumazo un sexto del valor de la actualidad. Que por ejemplo se aplica al caso uruguayo, donde no pagan IVA los libros, revistas, diarios, tanto nacionales como extranjeros, y tiene mejores indicadores en cuanto a lectura y edición de libros que Chile.
Aunque esto no eliminaría el 50% o más del analfabetismo funcional que hay en Chile, ni haría que el 50% de los chilenos que ni siquiera leen un libro al año, lo hagan, ya que sólo el 20% de los encuestados no lectores declararon que el precio era un factor importante, casi el 80% declaró por falta de interés o de tiempo.
Marcelo Cid dice "Pretender, como se lo venimos escuchando a tantos políticos desde hace ya mucho tiempo, que en veinte, diez o cinco años seremos como Portugal, como España; y que Dinamarca o Nueva Zelandia podrían ser nuestros modelos, cuando sabemos que nuestros ejecutivos; o sea quienes toman las decisiones (no me atrevo a pensar en artesanos, obreros y otras categorías), no son capaces de interpretar cabalmente un texto sencillo, ni de expresarse por escrito con un mínimo de corrección, es pues sencillamente una quimera, cuando no una pura fantasía demagógica".
Y aquí llegamos a otras preguntas. ¿Cómo puede ser que un país como Chile, que en la década del 60 y 70 tenía muy bajos índices de desarrollo humano, alta pobreza, y otras carencias sociales, y que hoy se lo considere el que mejores resultados económicos ha logrado, en cambio en desarrollo humano, social y cultural, siga estando relegado a terceros y cuartos puestos?
Agrega en su trabajo Marcelo Cid:
1) En Chile, el 62% de los estudiantes que terminan primero básico no saben leer (El Mercurio, 20 de abril de 2009).
2) De los alumnos de 15 años, 37% no alcanza las competencias mínimas de comprensión lectora que deberían haber adquirido a esa edad (El Mercurio, 26 de julio de 2009)
3) Según la Oecd, 57% de la fuerza laboral chilena tiene un nivel deficiente de comprensión de lectura, mientras que sólo 4,9% tiene un nivel “aceptable” (traducido en notas, de 4,0 a 4,9).
4) El 46% de los universitarios en Chile –la elite educacional- no entiende lo que lee; casi el 32% no puede asociar contenidos de más de una disciplina y el 33% afirma que lee ocasionalmente, casi nunca o nunca (La Tercera, 1 de agosto de 2007).
5) En 2004, la Encuesta Internacional de Alfabetización de Adultos, en conjunto con el Instituto Nacional de Alfabetización de Estados Unidos, estableció que el 85% de los chilenos entre 16 y 65 años tiene comprensión lectora en el nivel 1. Ello se traduce en que apenas pueden entender la etiqueta de instrucciones de un producto comercial. En dos palabras, analfabetos funcionales.”
Uruguay es el país con menor tasa de analfabetismo en América Latina. El dato es brindado por Unesco, en un estudio realizado conjuntamente con la Organización de Estados Independientes (OIE) y difundido por el diario Clarín de Buenos Aires. Según indica la información los datos recabados entre los años 2000 y 2004 señalan que Uruguay se ubica primero en el ranking internacional de países con menos analfabetismo de América Latina. La lista es completada por Argentina (segundo), y Cuba (tercero) mientras que Venezuela está quinta después de Chile. El país con mayor tasa de analfabetos -según la encuesta- es Guatemala con más de un 30 % de su población mayor de 14 años.
¿Cómo explicamos esto en Chile? A medida que crece su economía, las desigualdades sociales permanecen. Y la cultura y el conocimiento, son las principales herramientas para que la sociedad deje de ser desigual.
Y así como se lo plantea parcialmente Marcelo Cid, yo me lo pregunto en su totalidad.
Si las políticas culturales de los últimos 20 años, como dice Subercaseaux, son sólo intenciones buenas, y si a ello le sumamos los paupérrimos números de la educación escolarizada chilena, analfabetismo funcional, subvenciones económicas a artistas de las elites artísticas y socioeconómicas del país, como en el cine nacional, algo no funciona. Mientras la inmensa mayoría de los chilenos no acceden a una buena cultura ni educación, o al menos reciben proporcionalmente al monto que pagan por ella, con universidades sin fines de lucro que lucran, un país centralizado que dedica dineros nacionales para mantener la cultura, la infraestructura y los servicios de la capital en detrimento de las provincias, hay que sincerarse y preguntarse si todo esto no es sólo parte del eterno statu quo que vive Chile; con una minoría de la clases sociales privilegiadas (empresarios, aristócratas, latifundistas, militares y políticos) que acceden a ser cultos, educarse, a tener buenos trabajos y muy bien remunerados, y una inmensa mayoría con mala educación formal, analfabeta funcional, con malos sueldos que los obligan a trabajar más horas de las establecidas internacionalmente, y todavía a financiar con sus impuestos los servicios y bienes de los privilegiados.
¿Hay o hubo un real interés en democratizar la cultura en Chile y terminar con el status quo social y económico? Los pocos números a los que el gobierno da acceso, al menos demuestran un fracaso importante en sus políticas de educación y culturales. Claro, para las elites no hubo ningún fracaso, como dice Pau Rausell, es pura Jauja.

Fuentes consultadas
Lyotard, Jean-François. 1979. La Condition postmoderne: Rapport sur le savoir. Jean-Francois Lyotard Editions de Minuit, Paris.
García Canclini, Nestor. 2004. ¿La mejor política cultural es la que no existe? Revista Telos: Cuadernos de comunicación e innovación nº 59, pp 10-11
Aguirre Arriaga, Imanol. Taller 2006 "LOS PROBLEMAS DE LA COMPRENSIÓN DE LA CULTURA VISUAL", Centro Cultual de España, Montevideo, Uruguay
Rausell Köster, Pau. Cultura, barata cultura. Diario El País, 5 julio 2003. http://www.remiendoteatro.com/Notas/Cultura,%20barata%20cultura.htm
Observatorio iberoamericano del derecho de autor (www.odai.com):
CNCA e INE, Las estadísticas de Chile - Cultura y tiempo libre, informe anual 2009
Marcelo Cid, Periodista y editor de contenido Departamento de Tecnología Educativa Universidad Uniacc: Analfabetismo funcional y educación a distancia Oct. 19 , 2010 http://blog.latercera.com/blog/uniacc/entry/analfabetismo_funcional_y_educaci%C3%B3n_a

ESCANDÓN, Arturo (2000): Censura y liberalismo en Chile, Santiago de Chile.

FAZIO, Hugo (1997): Mapa actual de la extrema riqueza en Chile, Santiago de Chile, Ediciones LOM / ARCIS.

Muñoz H., Juan Antonio -La pobreza en Chile ELMERCURIO.COM Domingo 20 de enero de 2008

viernes, 23 de septiembre de 2011

La conspiración que anestesia a un pueblo.

En Chile la falta de participación, a la hora de las decisiones, es patológico. Lo digo en el sentido que es una sociedad bastante clasista, que ha funcionado por siglos con un pequeño grupo de poder, siempre aislando al pueblo de toda posible participación. Y prueba de ello han sido los golpes militares, la represión de las fuerzas armadas y policías en períodos de "democracia", evitando protestas y manifestaciones populares, como hace 100 años en la escuela Sta. María de Iquique, y si revisamos bien fueron más de 50 reconocidas, en el siglo XX, sin mencionar la dictadura de Pinochet. Podemos ver (http://www.archivochile.com/Historia_de_Chile/sta-ma2/2/stamatexrel000005.pdf ), que en general, los gobernantes chilenos utilizaron más de lo que la gente piensa y conoce, las estrategias de represión, incluyendo grandes masacres de hombres, niños y mujeres, principalmente contra los obreros salitreros, los ferroviarios, mineros, portuarios, sindicalistas de Punta Arenas, etc. cada vez que había organización obrera o popular, los gobiernos las eliminaban.

No es de extrañar la falta de participación actual, la gente aprendió a sangre y balas que no debía participar, a no meterse. Por supuesto, los poderosos de Chile siguen con otras estrategias nuevas para evitar la participación, generando mano de obra barata, mala educación generalizada, delimitar bien los territorios de acuerdo a las clases sociales, etc. Y esto pensando que los gobiernos de Chile aspiran a ser un país desarrollado, pero con políticas sociales internas de las peores de Sudamérica. ¿Cómo hacemos ahora, para que la gente se involucre sin temor y cambiarles el chip del individualismo, y que si se organizan ganan más que haciendo las cosas en forma independiente e individual? Porque los que tienen el poder no creo que estén muy de acuerdo en repartirlo, y la historia chilena lo demuestra bien clarito. Por algo en Chile menos del 10% de los trabajadores está sindicalizado. Una sociedad que rechaza sus derechos civiles, evidentemente está enferma.

Otro tema que mantiene el staus quo, manejando estratégicamente la comunicación "soberana", que mantiene una cierta unidad nacional, y que evidentemente desvía la realidad de dos Chiles opuestos, es la magnificada relevancia que se le da a la idea de vivir rodeados de países que quieren quitarle territorio a Chile.

Mientras en los colegios se les miente a los alumnos sobre el verdadero origen de la Guerra del Pacífico, creando una mitología, incluso, de héroes que no lo fueron, los chilenos viven eso como realidad y se sienten proclives a una posible invasión, casi a la misma medida que a las posibilidades de un terremoto.

Los chilenos se forman aprendiendo que el libertador de Chile no fue San Martín, deuda eterna al pueblo Argentino, muchas veces odiado y envidiado, o que Perú y Bolivia se aliaron para hacerle la guerra a Chile, cuando en realidad los concesionarios Ingleses de las salitreras bolivianas y chilenas, le pidieron al gobierno chileno que comenzara una guerra por intereses particulares de éstos. Qué inmensa casualidad, luego de ganar la guerra, Chile se queda con los territorios mineros y los "dueños de las minas" se hicieron multimillonarios, pagando casi nada de impuestos. Mientras, el pueblo chileno tenía índices de pobreza similares a los de África.

Por otro lado, un viejo tema, pero muy actual, que no se soluciona nunca. El alcoholismo en Chile es una epidemia, y los accidentes de tránsito, en gran parte por ebriedad de conductores y peatones, son similares a países con muchas veces más población que la nuestra.

No hay nada que inventar, todo ya se inventó, pero no hay intereses en poner impuestos a los alcoholes, que son menores que los de los combustibles para calentarse y cocinar, increíblemente. No se evita publicidades en espectáculos deportivos, en lugares que niños participan. La televisión y las publicidades promueven cada fecha patria como el último día en la tierra y que hay que beber hasta desfallecer. El estado, el Ministerio de Salud Pública no intervienen adecuadamente.

El resultado, un país con gran parte de la población anestesiada, alcohólica, esperando el momento para evadirse de la realidad inmodificable.

¿Le convienen a los grupos de poder, que gobiernan, que estos "anestesiados" lo dejen de estar?

Pero ayer, unos 150.000 chilenos demostraron que algunos cuantos están cambiando, al puro estilo de Matrix, hay gente que prefiere despertar, ver la realidad angustiante y luchar para cambiarla.