martes, 29 de marzo de 2011

LA LEY DEL SUPERMERCADISMO

posteado por: @elquenoaporta EN ELPOST.CL 25 MARZO

Ir al supermercado es una experiencia religiosa. De la religión actual, eso sí: esa que produce algo de desconfianza, que está llena de incertidumbres, de malos ratos. Que de ser algo absolutamente normal y tranquilo puede, en un minuto y sin darnos cuenta siquiera, transformarse en una pesadilla.

El supermercado es como un territorio eternamente desconocido. Aunque uno lo visite regularmente y sepa qué producto hay en cada pasillo, en cada góndola incluso, siempre nos depara alguna sorpresa. No hay manera de que una visita sea igual a otra. Simplemente no está dentro de las posibilidades.

Todo parte cuando uno elige el carro. Aunque en estricto rigor no es una elección, porque por lo general se reduce a tomar el primero de la fila. No es raro que las ruedas del carro sean algo así como los ojos de Kirchner o, para no reírnos de un muerto –algo que, he descubierto, es muy mal visto– los de Pablo Zalaquett. En simple, las ruedas apuntan hacia cualquier lado y por más intentos que se hagan, es imposible alinearlas. Y así vamos por los pasillos, empujando un carro que va de lado, cual caballo corralero, mientras nosotros nos empeñamos inútilmente en mantenerlo derecho.

Los primeros momentos son complicados. Mientras está vacío, está latente el peligro de que algún otro cliente robe el carro, como si fuera el único disponible. Por alguna razón que no he logrado dilucidar, mucha gente prefiere hacerse de un carro vacío en algún pasillo que ir a buscar uno a la entrada. Obligado a buscar una explicación, creo que es la pura y simple flojera de caminar algunos metros.

El problema es que el riesgo no desaparece del todo cuando en el carro ya hay algunos productos. La semana pasada mi carro desapareció misteriosamente con una decena de cosas en su interior. Una distraída señorita se deshizo en explicaciones acerca de la similitud entre su compra y la mía, al verse perseguida y encarada ante la flagrante –e involuntaria, según su explicación– falta. Ayer mismo me encontré mirando con cara de pocos amigos a otra despistada fémina que metía una bolsa de lentejas en mi carro. Es que ir al supermercado requiere concentración.

Lo peor, eso sí, son los especímenes que se pasan por donde termina la espalda y comienzan las piernas a los demás. Las señoras que, haciendo caso omiso de las instrucciones pulcramente dispuestas en carteles del local en cuestión, omiten el uso de las tenazas y manosean –¿ya dije que era una experiencia religiosa? – el pan como si estuvieran eligiéndolo en su casa. No dejan marraqueta por tocar. Supongo que padecen de panofilia. Apostaría que algún grado de placer les produce esta labor, dada la fruición con que a ella se entregan. La lujuria se adivina en sus caras. Cuando compran baguettes, ni hablar.

Sumemos a todo esto la incertidumbre de encontrar todo lo que necesitamos. Por alguna razón, la lista de compras siempre incluye algún producto que no se encuentra en las estanterías y que, milagrosamente, será el más urgente o necesario. Indispensable, la mayoría de las veces. Cuando ya todo ha terminado –o eso creemos– vamos hasta la caja, hacemos la fila y al último producto del cliente que se encuentra antes que nosotros le falta el código de barras. La cajera aletea como si en ello se le fuera la vida para llamar a un empleado que, con una parsimonia envidiable, irá hasta el pasillo más lejano –no podía ser de otra forma– a buscar el dichoso número. A estas alturas la paciencia escasea, y pasamos las compras tan rápido como podemos. Si falta algún código de barras el producto quedará olvidado en la caja, pese a la insistencia de la cajera por repetir el proceso de búsqueda del mismo. Y saldremos victoriosos –o algo así– del local.

Pese a todo, no cambio la visita al supermercado por la compra vía internet. ¿Masoquismo? Tal vez, aunque creo que ante todo está la adrenalina de enfrentarse a lo desconocido, la posibilidad de una experiencia memorable. Recuerdo una ahora mismo, pero será tema para una próxima ocasión.

Exelente aunque te faltaron los típicos casos de un precio en góndola y otro en la caja, que si no te das cuenta en el momento, terminas pagando la mitad de los productos unos pesos extras a lo que suponías. Y muchas más, que tienen respuesta simples.

Aunque parezca mentiras, son políticas de todas las cadenas de supermercados, que simplemente son limitadas en los paises donde hay leyes e inspección seria. En Chile, donde hay leyes firmes, no hay inspección, y viceversa.

En uruguay y en Chile trabajé en supermercados, no hay que asombrarse de ver las mismas costumbres en algunos sectores, como vender gato por liebre.

En uruguay aprendí como a los pollos podridos se los limpiaban con cloro para sacarles el mal olor, en Chile lo ratifiqué, es una receta internacional. Los fiambres malos se pican, la carne mala se muele, incluso se tiñe con sangre para que parezca tener menos grasa, o se utiliza en rellenos, las panadarerias... mejor no hablar de ciertas cosas!!! Desde productos sumamente tóxicos para mejorar el pan, hasta conductas poco limpias de muchos panaderos. Muchas veces vi como se obliga a los funcionarios a utilizar materias primas estropeadas. Usted como consumidor, preste atención si los empleados compran el pan en el lugar que laboran, eso les dará suficiente certeza de lo que compran.

La cadena de frío!!! Mercaderias por horas a temperaturas no adecuadas, apagado de máquinas en la noche, etc. y al final terminamos comiendo cualquier cosa, en cualquier estado, congelados y descongelados una infinidad de veces, cuando las normas internacionales indican que se congela al inicio de la produción y no debe descongelarse hasta el uso en la casa.

Alguna vez se preguntó por que se venden cosas a granel???? productos sucios, vencidos, o con los envases sucios y destruidos por ratas más grandes que un gato, eso se suele vender a granel.

La deducción que he sacado es que los supermercados no ganan mucho por vender mucho, ganan mucho porque nunca tienen pérdidas, en otras palabras: nada se detruye, todo se transforma.

salúd.

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