Hace unos treinta y cinco años Milton Friedman utilizó a Chile
como conejillo de indias para probar su teoría (y de otros), que en un sistema
capitalista sin regulaciones las
interacciones entre la demanda y la oferta se autoregularían por “una mano
invisible”. Así el crecimiento económico desarrollaría a los países en base al
desarrollo de los capitales, que terminarían generando trabajo y al final
terminaría con la pobreza.
Estos días escuchamos al gobierno
de turno que, encuesta CASEN por medio, alaban su gestión de creación de
empleos y una supuesta baja de la pobreza en Chile por este motivo.
No voy a referirme a la encuesta,
ni a si los resultados son correctos, o si hubo intencionalidad o no en
“arreglar” los números, o si es que se hizo en el mismo mes que se dio un bono
de 40000 pesos, y si fue un acto malintencionado. La verdad es que según datos
de la Fundación Sol aproximadamente la mitad de los trabajadores chilenos gana
menos de 200.000 pesos. Si suponemos que en una familia de 4 personas, dos
trabajan ganando un total de 400.000 pesos, y sólo de arriendo y
locomoción gastan entre 140.000 a
200.000 pesos, es evidente que con el restante dinero apenas subsisten mal alimentados,
mal vestidos en tiendas de ropa usada y a la mano de Dios en la educación y salud pública chilena.
Es claro que la acción de
trabajar per se no hace que uno sea
menos pobre en este sistema. Posiblemente siglos atrás mucho dependía del
trabajo, de la producción personal y familiar, generando alimentos y bienes
permutables. Hoy el trabajo se basa en laborar para alguien, que nos paga por
ese trabajo con dinero, con el cual debemos adquirir bienes y servicios, al
precio que quien los vende desea.
Según los mismos economistas y
políticos que han adoptado el sistema promovido por Friedman y otros,
supuestamente, podemos medir la riqueza de un país y de su gente con números.
Suponen que midiendo la riqueza se mide si la gente vive mejor o no. Cada vez
que oímos que el PIB de Chile sube, es el equivalente a que los chilenos
estamos mejor en general. Lo extraño es que no pareciera que los chilenos
estemos felices con nuestras vidas ni que muchos vivan con la dignidad
necesaria para un ser humano.
Esas mediciones numéricas económicas
dicen que vivimos mejor que otros, aunque desde hace tiempo una mayoría
absoluta de chilenos se queja por obtener mala educación y cara. También los
números indican que la mayoría de los chilenos trabaja por menos dinero que el
necesario para vivir cubriendo los gastos de este sistema que considera que
todo es negociable y que todo debe tener ganancia económica. Trabajamos más
horas de las debidas, nos educamos mal, no podemos darle a nuestros hijos la
educación deseada, nos empobrecemos económicamente endeudados por décadas y
generaciones, nos empobrecemos culturalmente, el alcohol se transforma desde la
adolescencia en el mejor calmante y anestésico ante un sistema que nos agrede.
Porque si no somos cada vez mejores consumidores, nos quedamos en el camino y valemos menos.
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